Canto a la esperanza

sábado, 15 de abril de 2006

Una tarde calurosa de abril cuando la luz del sol le cuesta dar paso a las luces artificiales que poco a poco aparecen en las fachadas para iluminar la noche. Una habitación atestada de gente, mucho ruido, muchas voces, muchas caras y entre ellas sobresale la de una madre de tez morena con su largo pelo caido sobre sus hombros, rizado, espeso con la cabeza gacha a escasos centimetros de su hijo.
No se da cuenta ( ni quiere ) de los demás, como si estuviese sola en su mundo y sin dejar de mirar a su bebé acunado entre sus brazos ni un instante, levanta el dedo índice para acariciar la cabeza del pequeño, que con sus diminutos ojos cerrados no ve la mirada de su madre, la mirada más sincera y llena de amor que una persona pueda mostrar a otra. No la ve, pero la entiende, y en su aún creciendo corazoncito sabe que hay álguien que se sacrificaría por él sin pensarlo, sin culpar a nadie, solo por amor.

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